En la época incaica una red vial de más de 50 000 kilómetros conectaba las cuatro regiones de un imperio que se extendía a lo largo de toda Suramérica. Los caminos atravesaban montañas a alturas de más de 3500 metros; comunicaban la costa, el desierto y la selva e incluían construcciones como puentes colgantes, escaleras de piedra y canales de desagüe. El centro del imperio que hacía vivir todo ese sistema viario era su capital, el Cuzco.
Después de eso, y durante muchos años, los suramericanos miramos hacía arriba, anhelando conocer los caminos romanos o recorrer las autopistas del lejano oeste norteamericano. Hoy pareciera que empezamos a recordar que el mítico ombligo de nuestro mundo se encuentra en Perú y que todos los caminos aún llevan a él.
Hola Nadia,
He leído tu texto sobre Perú y me ha gustado lo que has escrito. Me ha gustado la nueva perspectiva que ofreces frente a los caminos de Perú. También admiro las fotos multicolores
LikeLike