Al este de la isla, el pueblo de Bayahibe se ha convertido en un paraíso ineludible del “All Inclusive”. Entre piscinas naturales y playas de arena blanca, dos mundos convergen y divergen en un mismo punto, el del turismo de masas. Hoteles cinco estrellas, con sus toneladas de comida, desechos y entretenimiento, crecen al lado de una población de pescadores, frente a sus casas de colores y barcas de madera. De una manera desproporcionada, ofrecen trabajo a cambio de recursos.
El espacio que separa los dos mundos es un cementerio en la playa cuyas lápidas han sido ligeramente oxidadas por la brisa salada. Cuando cae el sol, un halo de luz opaca ilumina las cruces que decoran las tumbas y solo en ese momento descansan en silencio turistas y bayahibenses frente al cielo naranja que flota sobre el mar.