Belice bajo el agua

En el universo coralino que separa a Belice del resto del mundo solo es necesario flotar en la superficie para ver bailar a los manatíes. Van en manada entre peces amarillos y tortugas pintadas, esquivando a los tiburones o los turistas gringos. Se deslizan elegantemente y luego desaparecen en silencio, bordeando 350 kilómetros de abanicos marinos de mil colores.

El guía que acompaña es criollo, mestizo, garifuna, maya, blanco, negro, chino o indio. Cualquiera menos menonita porque viven aislados y sin trajes de baño. Revueltos, beliceños de todas las culturas juegan fútbol, van a templos cristianos, mezclan los idiomas, acumulan corotos bajo sus casas de palafitos.  En los cayos, los turistas bailan al aire libre, creyendo revivir el cuarto de hora hispano de Madonna en La Isla Bonita.

Fotos bajo el agua de Vincent Cayrol.