Road trip por Marruecos

Para dormir en el campo marroquí bajo cuarenta grados cada movimiento debe ser calculado: el roce de la piel contra la sábana, la punta del pelo tocando la espalda, mirar el techo sin ventilador y contar cada segundo hasta que un centésimo de aire pueda extraviarse por la ventana. De día no es peor. El termómetro ronda los cincuenta pero el calor no se acumula, parece haber llegado al tope más allá del cual no hay más sequía o menos sofoco. Y así se recorren kilómetros de montañas rocosas, acelerando para crear viento,  corriendo para huir de los vendedores y encantadores de serpientes. Buscando el silencio en las cascadas, gargantas y océano. Divagando en tonos amarillos hasta no encontrar límite en el desierto.