Dublín y sus fantasmas

Del tigre céltico, con su crecimiento económico exponencial, uno se hubiese imaginado recorrer en tranvía eléctrico las calles posmodernas de una capital tecnológica. Pero Dublín, por suerte, se descubre más bien a pie, de bar en bar, dejando una moneda a cada músico callejero. No hay afán. En la tranquilidad se palpará mejor el espíritu medieval de bibliotecas, magos y duendes; y con paciencia, después de un par de Guinness o de unos cuantos irish whiskeys, el anciano que cruza la calle terminará siendo el fantasma de Wilde, Beckett o el mismo Joyce, divagando en el mapa de la cotidianidad que hizo de Dublin una ciudad mundial.