Por donde quiera que se recorra, el Nilo es el alma de Egipto. De cada suspiro van brotando pueblos, campos de caña de azúcar y oasis de palmeras abundantes. Los cruceros transitan entre ciudades míticas donde historia, polvo y desorden cohabitan desde hace miles de años. En tiempos de terrorismo islámico, el turismo “occidental” escasea, solo viajamos latinos, rusos y chinos aprovechando los bajos precios. Nada de que quejarme, mi crucero va desde Asuán hasta Luxor, me dan un guía para mi sola y me ascienden de un barco tres estrellas a uno de cinco. En cada etapa, el Nilo va ofreciendo lo mejor que tiene, presas, templos, tumbas, pinturas murales, obeliscos, pirámides, más de tres mil años de recorrido por el universo faraónico.
Etapa 1: Asuán
En Asuán, tranquila ciudad del pueblo nubio, una presa gigantesca regula desde los años 1970 la crecida del Nilo, reemplazando los antiguos nilómetros. El agua es azul y el horizonte amarillo. Iglesias cristianas se intercalan con mezquitas en medio de canteras, desierto e islas fortificadas.
Etapa 2: Kom Ombo y Edfú
Remontando el tiempo, los templos monumentales de Kom Ombo y Edfú fueron edificados por los reyes tolemaicos a Sobek (dios cocodrilo), Haroeris (Horus el viejo) y Horus (dios halcón), más alta divinidad venerada, protector del poder faraónico. Remontando el Nilo, los pescadores se deslizan sin prisa entre pueblos secos y amarillos que lavan, comen y se refrescan gracias al río.
Etapa 3: Luxor, antigua Tebas
Majestuosos, a la orilla oriental del Nilo, aparecen los templos de Karnak y Luxor, los más antiguos, enriquecidos por cada dinastía para venerar a Amón (dios del sol), su mujer Mut (diosa madre) y su hijo Jonsu (dios curandero). A la orilla occidental, escondida dentro de las rocas, está la necrópolis más colorida del mundo. Cientos de tumbas de faraones, reinas y nobles están decoradas con pinturas y jeroglíficos multicolores para acompañar hacía el más allá. Y sobre ese mismo valle cae el sol, la brisa baja la temperatura y los últimos rayos pintan el Nilo de un brillo naranja incandescente, de nunca olvidar.
Etapa 4: El Cairo
500 kilómetros Nilo abajo, aunque está vez en avión, se llega a la ciudad de las pirámides y el esfinge. Una capital frenética, superpoblada, moderna y pobre. Millones de edificios de barro parecen abandonados, o sin terminar, pero en realidad la ciudad está más viva que nunca; niños, adolescentes y familias enteras se toman las calles por las noches en un ambiente distendido, sonriente y seguro, digno de envidia para cualquier metrópoli latinoamericana.
Hola,
Acabo de leer tu articulo, y ahora me gustaria mucho ir a Egipto un dia. ¿Puedes decirme como los habitantes fueron contigo?
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Me chiflan las fotos del blog, así como el artículo que capturó perfectamente la belleza de Egipto.
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Holá Nadia,
mi sueño es de ir a Egipto algún día.
A mí me fascinan los tempos monumentales y me encantan las fotos que son realmente hermosas.
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