El Strip de Las Vegas

Si uno puede darse un paseo en una góndola veniciana y luego ir a pie hasta la torre Eiffel o a la Estatua de la libertad es que está en el Strip de Las Vegas, el bulevar donde se concentra toda la actividad de la “capital mundial de la diversión”

Caminamos por esta avenida al atardecer, entre decenas de visitantes de todo el planeta, penetrando, una a una, cada capa de ese espacio turístico particular: la ciudad en sí es un “oasis” en medio del desierto de Mojave; el Strip a su vez es una isla dentro de la ciudad, con sus imitaciones fantásticas de lugares geográficos o históricos y sus atracciones hechas a la medida de los adultos niños en busca de entretenimiento; luego están los hoteles, diseñados para no tener que salir (y a la vez donde todo el mundo puede entrar) cada uno tiene sus almacenes, sus salas de espectáculo, su jardín, lago o volcán, sus restaurantes y su casino, siendo éste último el corazón de todos los submundos vegasinos. En los casinos las maquinitas parecen reproducirse al infinito, no hay ventanas, solo luces y bares con pantallas y meseras en minifalda y escote, nada debe invitarlo a uno a salir de ahí, nada puede distraerlo en el proceso de divertirse y gastar dinero. Y podríamos decir que cada persona dentro del casino es un mundo a su vez, el visitante trae la ilusión de duplicar su plata o por lo menos de pasarla rico (válgase la expresión), el lugareño seguramente viene a trabajar, o quizás también a veces juega (sobre todo si es pensionado), en los dos casos el mundo del jugador de casino se ve solitario, cada uno frente a su juego pero compartiendo la experiencia de estar en el centro del capitalismo mundial de la diversión.

Yo vine en un contexto familiar y soy de las abstemias del juego que no apuesta ni un dólar. Con mis anfitriones pude más bien ver de cerca la vida real de los barrios residenciales de Las Vegas, secos e hirvientes en verano, muchas vidas dinámicas que han llevado la ciudad a extenderse más que cualquier otra por cientos de kilómetros en el desierto, mostrando la inevitable fuerza del “Sueño americano”. Pero en las noches también disfruté los restaurantes del casino, un concierto de Janet Jackson, un circo cosmopolita y recorrí los interminables centros comerciales con sus columnas griegas y fuentes romanas porque en temas de diversión parece claro que todos los caminos llevan al Strip.