Japón: kigos de verano

En Japón descubrí que el haikú siempre lleva una palabra que indica la estación o el momento del año. Esas palabras se llaman kigos y muestran que el poeta está atento al presente, observa los cambios de la naturaleza (o de la ciudad) y conecta constantemente sus emociones con el mundo efímero que lo rodea. Hay calendarios que recogen decenas de kigos para cada estación y las palabras evocan desde el clima hasta la vida cotidiana, pasando por las frutas, las flores y los animales.

En mis kigos de verano hay flores de loto, gotas de lluvia, cielos azules, musgo, hombros descubiertos y hojas verdes, muchas hojas verdes.

En Tokio las sensaciones que conectan con el entorno cambian según la escala de observación. Está el Japón superlativo y el Japón de los detalles. En el primero se camina, agobiado, por la urbe más poblada del mundo -37 millones- en laberintos subterráneos o verticales donde es mejor caminar muy rápido, respetar el silencio y saber a dónde vas para no reducir el ritmo autómata de la sociedad ultramoderna y para no desencajar en el ambiente aséptico, elegante y uniformizado. Por suerte la estética japonesa -simple, sutil, asimétrica y refinada- está en todos los rincones visibles de la ciudad (arquitectura, moda, textil, cerámica, papelería, diseño…) y es en esos momentos de observación de los detalles que se logra un poco de serenidad.

Y luego están las sensaciones que surgen de la conexión con la naturaleza en los templos y jardines. Allí se contemplan los detalles, siempre asimétricos y curvos, de las plantas, las piedras y el agua o la arena. La piedra, en todos sus tamaños y texturas, para recordarnos las montañas, las islas, el lugar que habitan los espíritus o la permanencia. Las plantas para esconder o valorizar, algunas porque son simbólicas o sagradas. El agua que fluye, con sus torrentes irregulares, y la arena donde se evocan las olas del mar o las líneas del Levante al Poniente. Y muchos caminos para meditar en silencio, no por convención esta vez sino porque el jardín japonés es el espacio íntimo de comunión con lo sagrado, con uno mismo.

(Esta serie se lee de a tres, como si fueran haikús)

También se me atravesaron otros kigos sin fotos: tifón, vientos del sur, noches cortas, cervezas, cielos en llamas…