Del tigre céltico, con su crecimiento económico exponencial, uno se hubiese imaginado recorrer en tranvía eléctrico las calles posmodernas de una capital tecnológica. Pero Dublín, por suerte, se descubre más bien a pie, de bar en bar, dejando una moneda a cada músico callejero. No hay afán. En la tranquilidad se palpará mejor el espíritu…
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